1. Ropa, autoimagen e identidad
No es solo moda. La forma en que nos vestimos comunica quiénes somos, cómo nos sentimos, lo que queremos mostrar. Muchas veces, cambiar de estilo, comprar compulsivamente o no soltar prendas del pasado tiene que ver con procesos internos que están en construcción.
- "Me compré esto para una versión de mí que aún no existe."
- "No tiro esta ropa por si vuelvo a ser como antes."
La ropa se vuelve un puente entre lo que somos y lo que aspiramos a ser. Y también una especie de armadura para pertenecer o encajar.
2. Comprar para calmar: regulación emocional disfrazada de shopping
¿Compras cuando estás triste, estresada/o, ansiosa/o o con la autoestima baja? No estás sola/o. Comprar puede funcionar como una forma rápida de placer o recompensa. Pero cuando se vuelve un hábito repetitivo, que trae culpa, deudas o frustración, vale la pena preguntarse: ¿Qué estoy intentando tapar?
La relación con el consumo es muchas veces una extensión de la relación con nuestras emociones. Si sentimos que no controlamos nada, al menos podemos elegir una prenda. Si sentimos vacío, tal vez una compra lo llene por un momento. Pero la emoción vuelve, y con ella, la necesidad de seguir llenando.
3. Acumular como forma de control
Guardar cosas "por si acaso", tener varios estilos distintos que ya no usamos, sentir que nada puede salir del clóset porque "algún día lo voy a necesitar", puede ser un reflejo de nuestra necesidad de control y seguridad. Nos cuesta soltar, nos da miedo quedarnos sin opciones, o sin una versión de nosotras/os que ya no existe.
El clóset se convierte en una especie de museo emocional. Y no todo lo que guardamos nos representa hoy.No se trata de dejar de comprar o de tener un clóset perfecto. Se trata de hacernos preguntas.
De entender desde dónde estamos eligiendo, de dejar de juzgarnos por necesitar confort, pero también de preguntarnos si estamos escuchando lo que sentimos o solo tapándolo con algo nuevo.