Cambios bruscos en la rutina: Después de días con más libertad (o al menos menos exigencia horaria), el cuerpo y la mente necesitan ajustarse nuevamente al ritmo laboral. Ese cambio abrupto genera incomodidad.
Sobrecarga mental anticipada: El solo hecho de pensar en correos, tareas pendientes y reuniones puede activar el estrés antes de que empiece el día.
Falta de descanso real: Si el fin de semana estuvo lleno de compromisos, trasnochos o tareas domésticas, es probable que no hayas recuperado energías realmente.
Desconexión emocional con lo que haces: Si no estás disfrutando tu trabajo o sientes que no tiene sentido, cada lunes puede convertirse en una cuesta arriba emocional.
Prepara el lunes desde el viernes: Cierra pendientes pequeños y deja organizada tu lista de tareas. Esto reduce la carga mental del domingo.
Haz del domingo una noche tranquila: Evita contenidos estimulantes o trabajo tardío. Prioriza actividades que te relajen (leer, caminar, meditar).
Incluye algo agradable los lunes: Un café especial, una caminata antes de trabajar, o incluso agendar una actividad que disfrutes ese día. Pequeños placeres cambian la percepción del día.
Revisa tu relación con el trabajo: Si el estrés se repite cada semana, quizás es momento de hablar con alguien. Un profesional en psicología o psiquiatría puede ayudarte a ver el panorama con más claridad y encontrar estrategias que te funcionen.
Sentir tensión al comenzar la semana es común, pero no debería ser una constante. Escucha lo que tu cuerpo y tu mente están tratando de decirte. En AEQUI, estamos para acompañarte si decides hacer algo diferente con eso que estás sintiendo.