Sin embargo, en muchos espacios, sigue existiendo cierta resistencia o vergüenza al decir que nosotras/os también necesitamos ayuda. Que también vamos a terapia. Que también sentimos. Sí, los terapeutas también tenemos emociones. Sostener los procesos de otras personas requiere escucha, empatía, concentración, memoria, análisis, paciencia y contención. Día tras día. Por eso no es extraño que, con el tiempo, podamos experimentar:
Tener un espacio terapéutico propio es una necesidad.
¿Qué aporta la terapia personal al ejercicio clínico?
Tener un espacio donde hablar de lo que sentimos, lo que nos pasa y cómo habitamos nuestra vida fuera del consultorio, mejora no solo nuestra salud mental, sino también la calidad del acompañamiento que brindamos. Estos son algunos de los beneficios más importantes:
El estigma silencioso
Existe una idea equivocada de que si eres terapeuta, “deberías saber manejarlo sola/o”. Pero lo cierto es que, al revés: ir a terapia también es una herramienta ética. Porque cuidar de otros implica también cuidar de uno/a. Y sí: podemos saber mucho de nuestras profesiones, pero eso no nos salva de ser humanos.