Dormir juntos, pero vivir en mundos distintos: señales de que necesitan terapia de pareja
Si sienten que algo no anda bien, pero no saben por dónde empezar, esta guía sobre terapia de pareja puede ayudarles a entenderse (o despedirse en paz).
Hay algo peor que una pelea con gritos y portazos: el silencio incómodo que se instala cuando ya ni ganas de discutir hay. Cuando hablar cansa, cuando todo molesta, cuando dormir juntos se siente más como trámite que como ternura. Pero bueno, “no es tan grave, ¿cierto?”
Tal vez sí. Tal vez no.
Tal vez simplemente llevan rato sobreviviendo en lugar de construirse.
Tal vez sí. Tal vez no.
Tal vez simplemente llevan rato sobreviviendo en lugar de construirse.
Y ahí es donde entra la terapia de pareja, no como un botón de pánico. Sino como una lupa: para ver lo que está pasando sin filtros, sin excusas y, sobre todo, sin tanto autoengaño.
¿Cuándo se necesita terapia de pareja?
A veces no es una infidelidad. Ni un grito. Ni una pelea.
A veces es el meh. El “ya no me dan ganas”. El “esto ya no se siente como antes”. Y no, no es drama, tampoco señal de que todo esté perdido. Es una invitación a mirar de frente lo que están evitando. Estas son algunas señales de que puede ser momento de ir a terapia de pareja:
A veces es el meh. El “ya no me dan ganas”. El “esto ya no se siente como antes”. Y no, no es drama, tampoco señal de que todo esté perdido. Es una invitación a mirar de frente lo que están evitando. Estas son algunas señales de que puede ser momento de ir a terapia de pareja:
- Discuten por lo mismo una y otra vez (sí, eso también cansa).
- Cada quien duerme con su celular como si fuera un escudo.
- Las conversaciones se reducen a “¿ya pagaste los servicios?”.
- Sientes que das más de lo que recibes (y te da rabia admitirlo).
- Hay temas que no se tocan porque sabes que van a explotar.
La terapia de pareja no es para gente “rota”. Es para quienes quieren dejar de adivinar lo que pasa y empezar a entenderlo.
¿Qué pasa en una sesión de terapia de pareja?
Spoiler: no hay una silla eléctrica ni una libreta con el título “quién tiene la culpa”.Ir a terapia de pareja no es una emboscada. Nadie va a salir con la etiqueta de “el/la malo/a”.
Y aunque mucha gente llega esperando un veredicto (“dígame si estoy equivocada/o o no”), la terapia no es un juicio. Es un espejo.
Y aunque mucha gente llega esperando un veredicto (“dígame si estoy equivocada/o o no”), la terapia no es un juicio. Es un espejo.
Esto es lo que SÍ pasa:
- Se abre un espacio seguro para hablar de lo que realmente duele (más allá de si dejó la toalla tirada).
- Se exploran los patrones que repiten sin darse cuenta.
- Se baja el volumen a las peleas para escuchar lo que hay detrás: miedo, abandono, expectativas, frustraciones.
- Se aprende a comunicarse sin atacarse. A pedir sin culpar. A escuchar sin defenderse.
Y no, el/la terapeuta no se pone de parte de nadie. Está para ayudarles a entender qué están construyendo (o destruyendo) entre las dos personas que se siguen llamando pareja.
¿Y si estamos pensando en separarnos?
No todo el mundo va a terapia para “arreglar” la relación. A veces se va para entender si aún hay relación. Porque separarse no es fracasar, fracasar es seguir por inercia, por miedo, o porque “cómo le voy a hacer esto a la otra persona” o "a los niños". La terapia también es útil cuando:
- Uno de los dos (o los dos) siente que ya no quiere seguir, pero no sabe cómo decirlo.
- Hay dudas que duelen más que las certezas.
- Se quiere terminar bien. Sin guerras. Sin traumas. Sin dejarse pedazos.
Una buena terapia de pareja no obliga a nadie a quedarse, ayuda a que, si se van, lo hagan con las heridas lo más cerradas posible.
¿Qué se necesita para que funcione?
Spoiler: no basta con ir. Tampoco con llorar.
Y mucho menos con sentarse en silencio esperando que el/la terapeuta haga milagros. Para que una terapia de pareja funcione, hay que traer ciertas cosas desde casa:
Y mucho menos con sentarse en silencio esperando que el/la terapeuta haga milagros. Para que una terapia de pareja funcione, hay que traer ciertas cosas desde casa:
- Ganas reales de trabajar en la relación (y no solo de que “alguien le diga al otro lo que tiene que cambiar”).
- Compromiso de ambas partes, no basta con que una sola persona arrastre la relación a terapia como si fuera una maleta rota.
- Voluntad para incomodarse, escuchar cosas que duelen y aceptar verdades que se habían escondido bajo la alfombra.
- Paciencia, porque los cambios no son inmediatos, y hay sesiones que duelen más que otras.
No es un camino suave, pero si ambas personas están dispuestas, puede ser el comienzo de algo distinto. De algo más sano, más sincero, más suyo.
En AEQUI también acompañamos este camino
No se queden esperando a que todo colapse
Si cada conversación es un campo minado, si ya no se entienden, si uno duerme y el otro solo sobrevive… Tal vez ya no es momento de esperar “a ver si mejora”. La terapia de pareja no es para evitar una separación, es para evitar seguir en una relación donde ya no se reconocen.