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Duelo: el proceso mental y físico tras una pérdida

Cuando hablamos de duelo, lo primero que pensamos es en lágrimas, pañuelos y tristeza… pero la verdad es que no siempre se ve así. A veces, el duelo es no sentir nada. O quedarse congelada/o. O seguir como si nada hasta que un día te explota encima. Y ojo: no hablamos solo de la muerte de alguien, un duelo también puede ser: Terminar una relación, perder un trabajo, cambiar de ciudad, que tu salud ya no sea la misma... Cualquier cambio que implique perder algo importante para ti puede activar el mismo proceso.
 
¿Qué pasa en tu cerebro cuando estás en duelo?
 
Aunque el dolor se sienta “en el pecho” o “en el estómago”, el duelo empieza en el cerebro. Cuando pierdes algo o a alguien, el sistema límbico (la parte emocional del cerebro) se activa al máximo:
  • La amígdala detecta la pérdida como una amenaza, por eso te sientes en alerta o con ansiedad.
  • El hipocampo intenta procesar recuerdos y, a veces, reactivar imágenes o momentos de lo que perdiste.
  • Zonas que procesan el dolor físico se iluminan como si te hubieras golpeado.
Por eso decimos que “duele de verdad”. Además, se alteran neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, lo que puede cambiar tu apetito, tu sueño y tu motivación. Y el córtex prefrontal, que ayuda a tomar decisiones y regular emociones, puede “apagarse” temporalmente. De ahí que te cueste concentrarte o pensar con claridad.
 
Las fases del duelo (y por qué no son una escalera)
 
Seguramente has oído hablar de las “cinco fases del duelo”. Y sí, existen, pero no son un checklist que se sigue en orden. A veces saltas, retrocedes o te quedas un rato más en una.
  1. Negación: “Esto no está pasando”. Una especie de anestesia emocional que te ayuda a no colapsar al instante.
  2. Ira: enojo con la situación, contigo misma/o, con otras personas… o con todo al mismo tiempo.
  3. Negociación: buscar explicaciones o imaginar escenarios de “qué habría pasado si…”.
  4. Depresión: la tristeza profunda, el aislamiento, la sensación de vacío.
  5. Aceptación: no es estar feliz, es aprender a vivir con la ausencia sin que te rompa cada día.
 No hay una forma “correcta” de transitar estas fases. Lo importante es no juzgarte por cómo lo estás viviendo.
 
Duelo y salud mental
 
El duelo es un proceso natural, pero si se prolonga sin alivio o te paraliza por completo, puede convertirse en un duelo complicado. Algunas señales de alerta para buscar ayuda profesional:
  • Han pasado muchos meses y el dolor sigue siendo igual de intenso.
  • Te cuesta retomar tus rutinas o cuidar de ti misma/o.
  • Aparecen pensamientos de desesperanza o ideas de que “no vale la pena seguir”.
  • El aislamiento se vuelve la norma.
Cuidar la salud mental durante el duelo no es un lujo, es una necesidad. Hablarlo, pedir apoyo y, si es posible, acudir a terapia puede ayudarte a integrarlo sin que se convierta en una herida crónica.
 
El duelo no se supera, se integra
 
No hay fecha de vencimiento para el duelo, no es algo que “debes superar” como si fuera una meta. Con el tiempo, el dolor cambia, pasa de ser una ola que te arrasa a un río que aprendes a cruzar.
Y aunque siempre haya algo de ausencia, también puede haber espacio para nuevos afectos, proyectos y momentos felices. La clave no es olvidarlo, sino aprender a vivir con ello… y recordarte que no tienes que hacerlo sola/o.

No tienes que atravesar el duelo en silencio

En Aequi, te acompañamos a ponerle voz a lo que duele y a encontrar el camino para seguir.

 

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