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Octubre: más allá del rosa

 
 
Cada año, octubre se llena de lazos, campañas y mensajes que invitan a la detección temprana del cáncer de mama. Y aunque esa conversación salva vidas, hay otra parte que también es importante: la emocional.
Porque detrás de los chequeos, los tratamientos y las cifras, hay silencios, miedos y muchas veces, una soledad que no se dice en voz alta.
 
El silencio detrás del diagnóstico
Cuando llega un diagnóstico, no solo cambia el cuerpo: también cambia la mirada sobre uno mismo.El miedo, la rabia, la incertidumbre y la culpa se mezclan en una montaña rusa emocional que a veces no encuentra espacio para ser dicha.
 
Mientras el cuerpo recibe atención médica, la mente se llena de preguntas sin respuesta.Y en medio de ese ruido interno, muchas personas aprenden —a la fuerza— a callar para “no preocupar a nadie”.
 
Lo que nadie te dice sobre acompañar
Acompañar a alguien con cáncer no es solo “estar ahí”. También remueve, confronta y puede doler.
Ver a una persona querida atravesar un proceso de enfermedad puede generar ansiedad, impotencia o incluso culpa.
Y muchas veces, quien acompaña se olvida de sí mismo, intentando ser fuerte por los demás.Pero acompañar también es cuidarse, y poder decir “esto también me duele” no te hace egoísta: te hace humano.
 
El autocuidado también es prevención emocional
Cuidarse no es solo hacerse un examen o una mamografía.También es escuchar lo que pasa dentro, darle lugar al miedo, al cansancio o al desánimo.
 
Prevenir es atender señales del cuerpo, sí, pero también las del alma: cuando las noches se hacen más largas, cuando la ansiedad pesa, cuando la sonrisa ya no sale igual.
 
Reconocer la vulnerabilidad no te hace débil: te conecta con tu humanidad.
 
La terapia no es solo para “superar”
Hablar con un profesional puede ayudar a poner nombre a lo que se siente, a soltar culpas y a encontrar maneras de sostenerse sin exigirse ser fuerte todo el tiempo.
 
El acompañamiento psicológico —individual o familiar— ayuda a que tanto la persona en tratamiento como quienes la rodean comprendan sus emociones y puedan transitarlas con más calma.
 
 
La terapia no es solo para cuando “no puedes más”: es una forma de prevenir, cuidar y sanar en proceso.
 
En AEQUI acompañamos desde la empatía y la evidencia, porque cuidar la salud mental también es parte del tratamiento.

 

 

 

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